El símbolo de la silla vacía implica que la enseñanza es perenne. Siempre está allí. En cada tiempo y lugar alguien tomará el sitio y dará voz a la verdad tan clara y honestamente como pueda. Aunque es imposible describir lo numinoso, podemos evocar su sabor para que rezume en nuestra experiencia. Las palabras de Michael Boxhall realizan este trabajo sutil de poner a nuestra disposición lo elusivo. En esta obra sencilla y delicada, el autor entrelaza terapia y espiritualidad, poesía y meditación, para mostrarnos que podemos hallar nuestro camino hacia la paz y la realización interior en medio de nuestras acciones más ordinarias.