La química y el poder artístico del color se han aliado siempre en una simbiótica relación que ha determinado sus respectivas evoluciones. Desde la austera paleta de los griegos y la costosa pasión por el púrpura de los romanos hasta la gloriosa profusión del arte renacentista y la sobriedad cromática de Velázquez y Rembrandt; desde las tempranas incursiones de los pintores románticos en el laboratorio al binomio —en unas ocasiones fallido y en otras espectacular— entre arte y ciencia en el siglo XX.
La historia de la pintura ha estado influida por la disponibilidad o no de determinados pigmentos y los descubrimientos científicos han tardado poco en llegar a la paleta del artista. Llena de anécdotas y apuntes etimológicos, La invención del color es una historia luminosa de la magia (y la ciencia) escondida en el lienzo del pintor.