En su oscuramente hilarante debut como ensayista,
Donald Fagen —músico, compositor y cofundador
de Steely Dan—, pasa revista y rinde debido tributo
a las figuras y corrientes culturales que dieron forma
a su sensibilidad artística, remontándose a sus
andanzas universitarias e hilvanando una jocosa
crónica de cuanto acontece en la carretera. Fagen
disecciona para tal fin a los eminentes hípsters
cuyas vivencias iluminaron sus sueños de juventud;
componiendo el relato —y retrato— del artista
adolescente cuya mente se abre privilegiadamente
al mundo en los prodigiosos años sesenta —época
en la que traba amistad en Bard College con Walter
Becker, su añorado e irremplazable compañero de
armas—; y consignando las desventuras y epifanías
de su gira por las entrañas de la América profunda,
de la mano de Michael McDonald y Boz Scaggs.
No tiene el lector en sus manos, en sentido estricto,
unas memorias al uso —en palabras del propio
autor, aseméjase más a lo que dio en llamar “auto
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biografía artística”—. Como corresponde a un
músico que alcanzó la edad adulta en plena edad de
oro del vinilo, Donald Fagen, parece haber dividido
esta colección de ensayos autobiográficos en dos
caras resueltamente diferenciadas. Una cara A con
reminiscencias de una adolescencia no especialmen
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te perturbada, llena de recuerdos y pasiones lejanas
con ecos radiofónicos; evocaciones siempre sorpren
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dentes y recordadas con suma elegancia y devoción.
Sentidas semblanzas de Ray Charles, DJ Mort Fega,
el locutor de radio Jean Shepherd, Ike Turner, las
Boswell Sisters, Henry Mancini; su entrevista a
Ennio Morricone (conversación que reproduce en
estas páginas), los escritores de ciencia ficción a
quienes rendía culto; y su sentido tributo a los
músicos a los que vio actuar en los clubes de jazz de
Nueva York —Miles Davis, Coltrane, Sonny Rollins,
Bill Evans, Monk, Mingus, etc.— a muy temprana
edad. La nómina de grandes escritores por los que
siente verdadera veneración incluye también a
Mailer, Ginsberg, Vidal, Vonnegut y Nabokov y, por
supuesto, a William Burroughs; de quien omite,
curiosamente, mencionar que fue este último de
quien tomó el nombre de su consolador favorito,
Steely Dan, para su banda. A Fagen no le asiste la
arrogancia roquera, ni le conmueve en exceso
escudriñar en su propio estrellato. Demasiado tímido
para caer en esa clase de accesos narcisistas se
entrega con sumo placer a la degustación y celebra
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ción de lo conseguido por sus idolatrados maestros.
Título: HIPSTERS EMINENTES. MEMORIAS: AUTOBIOGRAFIA DEL GUSTO Y DIARIO DE UNA GIRA