El proceso que conduce desde el valor monumental intencionado hasta el valor de antigüedad, pasando por el histórico, no es sino una manifestación de la emancipación del individuo, que ha realizado un fuerte avance, sobre todo desde finales del siglo XVIII y a lo largo del XIX, y que se dispone a sustituir paulatinamente los fundamentos clásicos tradicionales de la cultura por otros completamente distintos