Hace cincuenta años, un joven empresario llamado Alan Sugar fundó Amstrad, una compañía que llegó a lo más alto gracias a la relación calidad-precio de sus productos.
Enfocados inicialmente a todo lo relacionado con la alta fidelidad, tocaron el cielo con su entrada en el mundo de la informática y la creación, en 1984, del Amstrad CPC464, un microordenador de 8 bits que supuso toda una revolución gracias a sus modos gráficos, su robustez y su aspecto profesional, pero sobre todo, gracias a la cantidad y calidad de los juegos que se publicaron en él.