La imaginación y la experiencia son los dos grandes tinteros con los que se escribe la ficción; cada escritor hace la mezcla a su modo. En estos cuentos, al combinar lo imaginado y lo vivido, Rolando Martiñá deja hablar también a su profunda experiencia terapéutica.
El amor -y sobre todo la dificultad del amor- recorre estas ficciones. A veces Martiñá elige la contundencia y la sorpresa del relato breve, donde cada palabra es imprescindible; otras veces los hechos dejan paso a la reflexión y a la melancolía. Casi siempre está presente el humor, o mejor, la ironía, que es la distancia convertida en humor.